viernes, 22 de noviembre de 2013

Relato De Navidad

Soy Mabel y vivo en un hogar de ancianos. Estuve enferma una larga temporada, completamente fuera de sí. Cuando recobré la consciencia me enteré de que estaba acá. No lo paso mal, pero tampoco bien y es porque todo los días no son siempre iguales. Una mujer de unos treinta años cuida de mí, le he preguntado cuánto tiempo he dormido y también por mi hijo Nahuel y me ha dicho que salió a comprar y que me calmase. - De seguro cree que no sé que ésta no es mi casa –
Ya llevo un par de meses en éste lugar, mi hijo nunca volvió de ir a comprar, como indicó la mujer que lo haría, a todo esto se llama Ivonne y es encantadora. Ella no sabe lo que pienso de su persona, ya que evito hablarle demasiado – como una forma de descargar mi enojo -  ella pareciera entender mis sentimientos de frustración y no dice nada.

Hoy es el día siguiente a navidad, he evitado escribir los sucesos durante mi estancia, ya que no tienen mayor relevancia, pero, no puedo dejar de narrar lo que pasó ayer:
A eso de las cinco, después de la hora del té, Ivonne me había dicho que más tarde iban a venir por mí. Me sentí extraña – hace mucho que no vienen si quiera a saludar – pero eso no evitó que surgiera en mí la ansiedad y a la vez, esas ganas de negarme y hacerme de rogar, como lo hacen las divas.

Esa tarde, al igual que las anteriores, nos pusimos a jugar al dominó con las muchachas y como siempre el joven de la cocina nos trajo unos refrescos. - ¡Tan amable como siempre Eduardo! – le dije mientras se alejaba. Ya íbamos en la cuarta ronda cuando llegó la Ivonne, traía consigo a Nahuel; una lágrima rodó por mi mejilla, haciendo que se corriera el lápiz de ojo que la Carmencita me había aplicado. - ¡Es increíble lo rápido que mutas de reina a monstruo pantanoso con eso negro y viscoso pegado en el rostro! – Nahuel me abrazó al ver aquella lágrima infame y yo no pude rechazar dicho abrazo. Lloré profundamente, más de lo que estoy llorando hoy en el desayuno, mis lágrimas se mezclan con el té, creando una infusión tan salada, que se me hace difícil de tragar.

La cena de anoche estuvo bastante buena después de todo, no obstante, mejor que las anteriores. Me quedé dormida esperando navidad, sobre el sofá de terciopelo negro que Franco me había comprado cuando nos casamos. - ¡Tantos años atrás! – El único objeto preciado que Nahuel no vendió cuando estuve inconsciente. - ¡Soñé tantas cosas esa noche, si hasta mi amado Franco vino a visitarme entre sueños! –
La mayor de las hijas de Nahuel me despertó, al pasar corriendo a un lado mío. Provocó una pequeña, pero fría ráfaga que dio en mi rostro y de un salto en la silla abrí los ojos, según lo que Catalina me dijo - ¡Se ve tan correcta ella! Siempre solía ser amable conmigo – Bueno, el caso es que anoche estaba todo tan bonito, si hasta la Maruja se sentó con nosotros a la mesa y todos me prestaban suma atención, hasta me llegué a sentir como una reina de nuevo – La reina Mabel, la dueña de casa –

Al transcurrir el tiempo, la copa que se había vaciado al llegar ahí, se fue llenando y la melancolía fue aumentando gota por gota, hasta cerrarme la garganta sin dejarme respirar. Me sentí impotente y traicionada, ya no era la dueña de casa, Catalina llevaba la batuta ahora y sinceramente no lo hacía nada de mal, pero, dentro de mí algo se iba quebrando cada vez en pedazos más pequeños. La desesperación me invadió y a eso de las once y media quería mandar todo al mismo infierno.

Pasó noche buena con glorias y penas, yo estaba emocionada y sentía como miles de mariposas revoloteaban en mi estómago. Nahuel me miraba de vez en cuando, se quedaba fijo sobre mí, pero, al encontrarse nuestros ojos, él bajaba la vista al suelo al igual que lo hacía de pequeño, cuando lo reprendía por alguna travesura. Mi hijo sentía culpa, podía leerlo en sus ojos y en sus movimientos.
Camino de vuelta al hogar confirmé lo que estuve deduciendo durante toda la velada. Dirigí un simple por qué a Nahuel y él se desmoronó en excusas. Al buscar socorro en Catalina, ella simplemente se hizo la desentendida. - ¡Tantos años que una avienta a la nada por nada! ¿Será que una es así de tonta o es que todos lo hijos son igual de ingratos? – La noche estaba fría, al igual que el corazón de Nahuel. Catalina encendió un cigarrillo y miraba abismalmente hacia la oscuridad de la noche. El camino se hacía cada vez más largo y los minutos eternos. A esas alturas de la noche, solo quería llegar al hogar de ancianos, a mi nueva casa junto a la Ivonne y las muchachas – quizá allí no sea una reina, pero al menos no esbozan sonrisas cargadas de cinismo –

Hoy desperté toda aturdida, la Ivonne ha tenido que traerme el desayuno y desde la silla, observa como desde mis ojos cae una lágrima tras otra. Sé que le preocupo, que se le parte el alma al verme en éste estado, pero aun así, no es capaz de preguntar el causal de mi pesar.


Yo también la observo, mientras pienso en lo horrenda que resulta mi vejez para Nahuel, en lo cruel que puede llegar a ser un hijo y en lo linda que debo haberme visto anoche como el florero, el adorno de centro de mesa.

Mi primera historia homosexual

Me acerqué hasta el centro, solo esperando que se allegara hasta mí,
pero nunca lo hizo. Me sentí patético (no cualquiera hace lo que yo y menos por un hombre) y quería salir afuera, correr si era necesario, tan solo para no volver a oír esas burlas. El cuarto medio (secundaria) siempre fue difícil para mí, sobre todo esa noche (¡Esa puta noche!) en que le rogué fuese mi pareja en el baile.

El día anterior había sido bueno. Como siempre tuve que hacer tiempo hasta que Fredd y sus patanes partieran a sus casas, para poder salir del bote de basura donde me habían tirado. Para ellos yo solo era eso: basura.

Mamá decía que parecía perrito cuando llegaba a casa, pues siempre me hallaba olor a pescado en descomposición o a orina, que era peor.
Nunca compartía muchas cosas con ella, o en realidad, con cualquier otro semejante a mí, y es que la vergüenza me aterraba y el miedo que les tenía a Fred y sus patanes era mayor. Me tenían amenazado y su mala fama hacía que sus palabras fueran como el mismo credo para mí (retumbaban una y otra vez en mi cabeza y la piel se me erizaba)

Ese día, antecesor al del baile y luego de asegurarme de la ausencia de mis captores, abandoné el basurero y esa tarde mi vida dio un vuelco bien brusco.
                                                       
Abandoné el colegio y divagué un par de horas sin rumbo fijo, hasta llegar a una plaza lejana a mi hogar (o al menos eso creo, nunca había ido a ese lugar). Estaba más triste que nunca y la auto decepción era insufrible, mamá solía mirarme con cierta lástima y preocupación, le comentaba a papá sobre mis cambios. "Déjalo en paz, seguro se le quita pronto, son solo cosas de hombre." Decía refiriéndose quizá a la masturbación o algo así. Ella nunca quedaba convencida, pero no podía hacer más que eso, cuando papá decía algo, era mejor obedecer: "Ya sabes cómo se pone cuando le contradicen, sabes que no es bueno ni para mí, ni para ti que él se enfade." Me decía ella con una sonrisa nerviosa, cuando le mencionaba alguna opinión que no compartía con él.

Mamá siempre solía transitar por los pasillos de la casa en silencio, cual alma en pena y papá llegaba tarde, con el hocico hediondo a licor, siempre se excusaba con reuniones de trabajo, pero el labial en su camisa blanca ya no era disimulable.

Me senté en un banquito de la plaza y encendí un cigarrillo mientras mis ojos miraban las piedras que mis pies tiraban lejos. "Extraño de bar" progresivamente comenzó a ocupar mi mente y busqué los audífonos para escucharla en el móvil. Oí unos pasos acercándose por la espalda y decidí aguardar un momento.

Sus pasos me rodearon y pronto lo vi, era Ignacio, el chico indiferente de la escuela, justo frente a mí, la luz del sol llegaba a su rostro casi de forma horizontal, era extraño, ¡Muy extraño todo!, parecía que aquella luz se escapase desde sus poros, como si él se hubiese convertido en el sol. Me sonrió, pero solo eso, no soltó una sílaba. Me sentí enfermo, el humo del cigarrillo se atascó en mi garganta y me vi obligado a toser. Él sonrió de nuevo y pensé que se burlaba de mí, al igual que los demás. Me ruboricé, pero, enojado como estaba, no fui capaz de pronunciar si quiera una palabra de enojo (aunque creo que nunca lo he hecho o hice anteriormente)

Él notó mi enfado: "Tranquilo, solo quiero ser tu amigo, yo no te lastimaría nunca." Me dijo con un tono suave y medido. Casi me derretí, tal hielo bajo el sol empezó a surgir transpiración en mi frente, mis manos temblaban y terminé botando el cigarrillo al suelo.

Caminamos juntos por la calle "La Serena", que ni sabía que existía. Conversamos lo que nunca me atreví a decir en toda mi vida. Fue mágico, parecía como si nos conociésemos de siempre. Pasamos la tarde juntos y sin darme cuenta, terminó cayendo la noche, trayendo consigo mi peor miedo: el reto de mi padre por llegar tarde a cenar.

Estaba lejos de casa y no sabía cómo volver (pero obviamente podía orientarme), él me pidió que me quedase. "Mis padres saben todo y no me dicen nada." Fueron sus palabras. No entendí muy bien a lo que se refería, pero, confiando estúpida y ciegamente en él, decidí quedarme fuera de casa, por vez primera.

Las piernas me temblaban y cada paso en son de ingresar a su casa era como un golpe que me hacía perder un poco más de seguridad. Las flores expedían un agradable aroma, casi todo era perfecto, casi.

La casa era bella, decorada al puro estilo ochentero. Discos de vinilo pendían del techo y las paredes estaban tapizadas en multicolor: mariposas, flores y caballos eran los motivos predominantes. Además de espirales y ojos locos.

Me acomodé en el sofá de la sala por un rato. Ignacio me sacó los anteojos y los puso sobre la mesa de centro. "Mamá no tardará, está en la cocina."  Dijo mientras se acomodaba a un lado mío. Yo estaba nervioso, no sabía realmente qué hacía ahí (o tal vez si y no me atrevía a admitirlo si quiera en mi mente)

Posó su mano derecha en mi pierna y con la otra acarició mi cabello, haciendo círculos en él. Un escalofrío subió por mi espalda y mil mariposas revolotearon en mi estómago (¿O quizá eran polillas?) Luego de la cena, subimos a su cuarto y ahí estuvimos conversando hasta como las dos de la madrugada. De vez en cuando la frase más amenazante ocupaba mi mente: "me he metido en la boca del lobo."

"Mamá y papá me fusilaran mañana", le dije. Él solo sonrió sereno, como afirmando que no sería así. Nos quedamos dormidos sobre la cama. Al despertar, sentí esa sensación de extravío y quise ponerme de pie, al tratar de hacerlo, me di cuenta de que me encontraba completamente desnudo, con Ignacio apresándome la cintura con sus brazos suaves y fornidos. Sentí miedo, ¿a qué hora me desnudé? (¿O me desnudó?) ¿Qué hice?, ¿qué dirá papá cuando se entere?, ¿qué voy a hacer?

Media hora más tarde, me encontraba a unas cuantas cuadras de la casa de Ignacio, solo y con frío. El miedo hacia mi padre y el llanto seguro de mi madre no me dejaban idear si quiera una excusa y el saber que había despertado desnudo junto a un hombre sin saber qué pasó, lo empeoraba todo.
Al llegar a casa (una hora después), aguardé sentado afuera, esperando oír gritos o algo así. Ellos no estaban, eso era obvio y el miedo me había impedido notarlo desde el principio: sus automóviles no estaban estacionados afuera. Me tumbé en la cama tratando de dormir un poco. Me cubrí por completo con las frazadas ya que el frío aún no cesaba (sigue sin irse del todo), parte de mi inocencia se fue aquél día. Traté de recordar lo acontecido en la noche, pero todo esfuerzo fue en vano, parecía como si un velo se hubiese instalado en mi memoria. Mamá y papá aún no llegaban a casa y ya habían pasado al menos tres horas, ellos nunca tardaban tanto. "¿Se habrán olvidado de mí?", pensé por un momento.

Dormí un rato, tratando de huir de la tormenta que había creado mi inseguridad. Desperté tras una pesadilla horrenda, mamá y papá no llegaban aún, o al menos eso pareció. Me salí de la cama y me metí bajo la ducha tratando de aclarar mis ideas. De que sentía una atracción por Ignacio, no había duda, pero, ¿él sentirá lo mismo por mí?, ¿será que le gusto?... ¡Qué estoy pensando, esto no puede estar pasando... no puedo ser homosexual... qué dirá papá cuando se entere! Pero es tan atractivo...

El móvil repicó sobre la cama, me sobresalté (mis nervios estaban de punta), "Elcy", decía en la pantalla y la foto de mi amiga haciendo una mueca... reí nervioso y al atender, le conté todo, pero absolutamente todo (menos que se trataba de un hombre y no de una mujer. "Ya era hora, eres el único que aún no rompía el huevo" me dijo riendo. "Supongo que ella vendrá al baile contigo", me dijo muy animada. ¡El baile, lo había olvidado por completo! "Ahí lo veré de nuevo y no habrá otra oportunidad, a menos que...", "¿Aún sigues ahí?" interrumpe mis pensamientos Elcy. "Si, aquí estoy... eh... ¡No!... digo, creo que no... ni si quiera recordaba el baile y no alcanzaré a invitarla por falta de tiempo" Le dije algo apresurado.

Luego de terminar el llamado, me senté por un momento frente al clóset de mi cuarto tratando de decidir qué prendas usar, los pensamientos con respecto a mi condición, volvieron a ocupar gran parte de mi mente e Ignacio también lo hizo (y creo que no saldrá jamás de ahí)

Estábamos de lo más bien conversando con Elcy, mientras todos bailaban en la pista. De pronto siento una mano apoyarse en mi hombro. "¡Papá!" exclamé nervioso. ¿Qué haces aquí?... eh... puedo explicarlo..." no me dejó decir más palabras y me dio palmadas en el hombro. "¡Este es mi hijo!", dijo mi padre con rostro orgulloso y sonrisa en los labios. No entendí muy bien a lo que se refería, pero no me pareció importante ya que Ignacio venía llegando. La luz semidifusa le daba un efecto espectacular en el rostro y parecía que se acercaba al son de la música... sí, se acercaba justo donde yo estaba, o eso creí.
Clavé mi mirada en sus ojos, pero éstos no me miraron. Volteé en dirección a quién observaba y recién pude notar que a Elcy le gustaba Ignacio (¿Será esto una broma?), "quizá él le contó todo a Elcy y solo quieren tomarme el pelo" pensé. Cuando ya era seguro que Ignacio se detendría en nuestra mesa, pasó de largo guiñándole un ojo a mi amiga. Me sentí impotente, ¿cuándo ocurrió, por qué ella nunca mencionó nada... por qué desperté desnudo a su lado? Antes de decir nada, tomé un buen sorbo de ron, seguido de una bocanada de cigarro. Elcy me tomó el brazo. "Ven, vamos a bailar", dijo y me arrastró hasta la pista.

Ahí estábamos los dos, ella sonriendo coqueta mientras miraba a Ignacio, el cual no era indiferente a dicho mirar. Y yo odiándolos con todas mis fuerzas. "No, es mi amiga... no puede pasar esto por un chico." Así fue toda la noche: ella lo miraba, él la miraba... y yo justo en medio odiándome por haber asistido a maldito baile, por haberme quedado fuera de casa exponiéndome a los peores fantasmas. "¡Maldita noche!" De pronto las luces se encendieron y Fred apareció junto a sus patanes. "Lo sabemos todo" dijo él, mientras me apuntaba con el índice. Luego de eso soltó un par de carcajadas y dirigió la mirada a Ignacio. Mi rostro se pobló de sudor cuando oí a Fred decir que lo sabía todo, pero, ¿qué sabía... y sobre todo, por qué lo sabía? Miré a Ignacio y busqué en su rostro alguna señal de miedo o pánico, pero nada. Solo unas carcajadas fluyeron de sus labios, que parecían sinceras. (Aplauso) "Muy buena actuación Alfredo" le dijo, sabiendo que él odiaba que le dijesen así. Al transcurso de un rato de silencio, se comienza a oír las risas en todo el salón, Fred estaba ruborizado y hervía de rabia, Ignacio lo había humillado delante de todos y era claro que no ganaba nada con tratar de convencer a nadie, así que se retiró de la fiesta y nunca más lo he vuelto a ver. Dicen que ahora está en prisión, pero esa ya es otra historia.

No entendí muy bien lo que había sucedido con Fred y nunca sabré de lo que se enteró, pero si de algo estoy seguro, es que Fred esa noche pasó la peor de las humillaciones que jamás pasará en su vida.

...Ahora volvemos al principio...

Me acerqué hasta el centro de la pista de baile, dejando a Elcy sola. Me sentía ridículo bailando con ella, mientras mi corazón gritaba desde mi pecho, que solo quería sentirlo a él, que por favor sus brazos tomaran mi cintura, que por favor despertase desnudo y abrazado a él, después de haber cogido toda la noche... de habernos amado en desenfreno, sin guardianes que vigilen celosos nuestro lecho, sin el puto reloj robándonos el tiempo... ese tiempo que era solo de nosotros. O al menos el que yo quería que así fuera... "Sólo de nosotros."
Me quedé quieto mirándolo, gritándole con la mirada "acércate, ven a mis brazos... yo te amo." Pero él no lo hizo. Entonces mis lágrimas rodaron por las mejillas y me sentí más solo que nunca en la vida. De a poco los demás asistentes notaron mi llanto y pararon su baile y comenzaron los murmullos. Hasta que aquel salón de baile, se convirtió prácticamente en una sala de espera. Todas las miradas se clavaron sobre mí, papá desde la entrada parecía estar a punto de correr a estrangularme y lo entendía, realmente yo en su lugar, hubiese hecho lo mismo, pero él no lo hizo (quizá se dio cuenta de que sería auto-humillarse).

Luego de un instante de divague interior, miré a Elcy, quién con su mirada me decía todo: "Me fallaste." Después de esa noche no volví a saber nada más de ella.
Ignacio simplemente hizo un gesto de negación y abandonó el lugar. Dejándome solo el recuerdo de su piel blanca, de sus labios carmín y sus brazos suaves y fornidos.


Solo después de esa noche pude recordar todo lo ocurrido: "La madre y el padre de Ignacio consumían droga y en la cena, sin notarlo, consumí creyendo que solo se trataba de un jugo extraño, luego de eso estando drogado, desnudé a Ignacio quién yacía profundamente dormido a mi lado y lo demás ya lo saben todos."  FIN

Mi mejor amigo

Mi mejor amigo calzó los zapatos de mi abuela y bailó Tap con ellos. Se veía tan ambiguo con aquellos tacos bajos de madera que tronaban contra el piso, que chillaban al hacer fricción.

Simón tomó la vasija de porcelana que mi abuela tanto atesoraba y con ella, formamos un dúo musical. Él se dispuso a tocar los platillos y en cuestión de segundos, todo fue un caos sinfónico.
-Tú y tu amigo hacen muchas travesuras- reclama mi madre mientras esconde los trastos rotos.
-Tú y Simón valen por diez- Refunfuña mientras saca la tierra del macetero que se volteó entre tanto alboroto. -Por diez cada uno- Agrega cuando cree haber terminado de poner todo en su lugar.

Faltan solo un par de semanas para que llegue el verano y mi amigo está hecho un nudo; no sabe cómo convencer a sus padres para que lo dejen en mi casa.
Mamá decía que no me preocupase tanto, que de seguro le daban permiso, pero no fue así. Lo obligaron, se lo llevaron a la playa en vacaciones de verano y no lo vi hasta principios de Marzo. Estuve todo ese tiempo solo. Mamá de vez en cuando me miraba a lo lejos con sus ojos llenos de lástima. Recuerdo que una vez se me acercó y me abrazó contra su pecho. Me dijo que tenía que superarlo; que los amigos imaginarios desaparecen un día y jamás vuelven. Yo me enardecí mucho y luego de empujarla, le grité que simón era real y que volvería pronto.

Ahora que está aquí, conmigo, no dejo de mirar a mi madre con cierto aire de "te lo dije". Aunque ella suele responder a mi mirada con otra de "¿Qué le sucederá?"
Ahora más que nunca hemos hecho travesuras, causándole los más insufribles dolores de cabeza a mamá. En verdad nos la hemos pasado de lujo en este último tiempo. No han cambiado mucho las cosas, salvo que ahora mamá suele castigarme solo a mí, creo que debe su forma de vengarse al ver que yo tenía la razón y no ella.

El otro día me llamaron a almorzar y bajamos al comedor y solo había un puesto disponible en la mesa. Simón se me adelantó y se sentó primero. Yo me quedé quieto mirando a mamá y ella otra vez me miró con aire de "¿Qué le sucederá?" y como yo soy muy perceptivo, logré entender su cara de interrogación y le dije: -¿Y yo, dónde me siento?- -¿Cómo que en dónde?, en donde siempre lo haces- dijo refunfuñando. Entonces le respondí que ahí estaba Simón.

Ese día casi me pongo a llorar cuando todos me dijeron a coro que Simón no existía. Luego de esto, comenzó una discusión en mi familia. Yo tomé a Simón del brazo y después de tirar juntos del mantel, haciendo que todo cayese al suelo, salimos corriendo del comedor y nos metimos en el sótano, cerrando la puerta con llave. Casi nos morimos de la risa al escuchar como todos gritaban eufóricos en el comedor.
 
Hemos hecho muchas travesuras Simón y yo, y aunque nos han castigado duramente, creo que nunca nos cansaremos. Aún no entiendo cómo pueden seguir afirmando que Simón no exista después de todas las rabietas que les ha hecho pasar. Y aunque debo admitir que nunca lo he visto dormir y nunca he sabido que haya ido al baño, no he de poner en duda ni un segundo su existencia, pues de ser así, dejaríamos de ser los mejores amigos.

Los Amigos De Amanda

Todos los amigos la deseábamos, ella era todo para nosotros: La más bella, la más inteligente... ¡La más perfecta de la clase! Las chicas la odiaban y trataban a toda costa flagelarle la seguridad, pero no lo lograban y eso era lo que más nos enamoraba de ella. Eso era lo que hacía que diéramos el todo por ella, por la chica del cabello negro y los ojos verde gato; ojos bellos y profundos en donde siempre buscaba (sin encontrar) una pista de aquel al que le pertenecía su corazón.
Pero sus ojos nunca contaban secretos y mis labios no le darían el arma que me hiciera llorar. Por eso nunca supimos si se enamoró de uno de nosotros o solo fuimos juguetes que saciaron sus antojos, desde el más simple e inocente,
hasta el más sucio, bajo y retorcido.
                                 

II
Nos conocíamos de toda la vida, Amanda era nuestra compañerita desde la básica (primaria) Siempre se allegaba a nosotros, hasta que acabó por convencernos y fue entonces que nos hicimos inseparables. Quién iba a pensar que un grupo de chicos
recibiría a una chica.
 
Amanda fue la única, siempre se ajustó a nuestras reglas: Orinaba de pie, escupía, jugaba a la pelota. Éramos chicos y ella era parte de nosotros o al menos hasta que llegó la pubertad.
 
Pronto surgieron bellos en lugares lampiños y nos crecieron ciertas zonas. Las guerras de agua nunca fueron las mismas ¡Y qué decir de los inviernos sin corpiño (sostén)! Ya teníamos catorce y la cosa comenzó a andar mal. El grupo se quebró y nos dimos cuenta de lo obvio: No podíamos seguir deseando los mismos ojos,
los mismos dedos inquietos... los mismos labios. Decidimos aguardar un tiempo,
hasta lograr tener un indicio del que fuera dueño del corazón de nuestra ama(n)da
(dando por hecho que se trataba de uno de nosotros).

 
III
Nuestra amiga, ya no era nuestra amiga. Ahora la relación había pasado a ser otra, ahora nuestros ojos no miraban solo sus ojos, ahora nuestras manos extrañamente se posaban en los lugares menos esperados de su cuerpo, ahora nuestros deseos se podían ver a flor de piel. Amanda no lo notaba (o no quería hacerlo), nuestras miradas ya no eran fraternas, había algo más oculto en el iris.
Había algo más en las manos entrelazadas, pero aún así, ella parecía no percibir nuestra cercanía y sobre protección hacia ella, y al mismo tiempo, no era capaz de notar el cambio de actitud que adquirimos entre nosotros: los chicos.
Los días se hacían cada vez más monótonos, ya no había juegos del papá y la mamá, ¡Y qué decir de la escondida china! éramos grandes, ya no sería lo mismo juntar nuestros labios con los del otro, ya no sería lo mismo simular un matrimonio
sin involucrar un poco de sentimiento... de deseo. Todo era un completo fiasco, hasta que de pronto algo en ella cambió. Un día como cualquiera, estando solo ella y yo me ha pedido algo que estuve deseando por mucho tiempo. Al principio temí: "es mi amiga, ¿Qué pasará después?" pensaba mientras que al mismo tiempo pensamientos cruzados me hacían perder el motivo de mi pregunta. "Era yo, podrá ser mía entonces" Ese día estábamos solos en su casa, haciendo una tarea que nunca terminamos. Ella luego de su propuesta, bajó un poco su blusa dejando descubierto su hombro albino, terso... perfumado. Acarició mi "sexo" por encima del pantalón gris del colegio, mientras yo la miraba fijo los ojos y sus dientes que mordían su labio inferior. Comencé a sudar como un animal, mientras el miembro viril se rectaba y expedía semen por doquier. Sin poder contenerlo, me tiré de espaldas sobre la cama y dejé que me desnudara por completo: en calma, a la espera de lo aún no conocido... pero deseado.


IV
Ella era nuestra amiga, ella era Amanda… el ángel de nuestros sueños. A quien debíamos proteger a toda costa, por quien daríamos nuestras vidas si así fuese necesario. Pero ella nunca dijo que haría lo mismo por nosotros.
Jeffri nos lo advirtió: “ella no nos quiere amigos… a ninguno.” Nadie le dio crédito y era obvio, él quiere alejarnos de ella a toda costa, él no quiere compartirla con ninguno de nosotros, me decía Ignacio. Pero lo que Ignacio y él no sabían, es que ella había sido mía y lo seguiría siendo mientras no se enterasen de la verdad, mientras no sepan que tú y yo estuvimos juntos Simón… ya sabes cómo son, ya sabes lo que pasaría y es por eso que debemos guardar el secreto, me dijo, y yo le creí.

El tiempo pasaba y el secreto seguía aquí dentro, en este pedazo de corazón que le pertenecía a ella, entre la oscuridad que poco a poco se apoderaba de mi mente, debido a las mentiras que como velo, ocultaron por meses mi gran verdad, la nuestra, la que ellos no podían saber jamás.

Todo resultaba indescifrable para ellos, Ignacio y Jeffri, hasta que uno de ellos dijo lo que no soporté, lo que no quería admitir pero que ahí estaba: ella me había engañado… ¡Nos había engañado a todos! “Amanda y yo tenemos algo, en verdad yo no quería…” alcanzó a decir Ignacio, cuando fue interrumpido por Jeffri y luego ambos por mí. “Es increíble como todo se va al carago”, pensé mientras Ignacio se largaba a llorar, siempre tú eh, siempre tan nenita y pensar que nos cambió por ti, decía Jeffri mientras yo me mordía los labios con tal de no desarmarme en garabatos, con tal de no gritar, golpear o simplemente ponerme a llorar a mares como mi “amigo” (¿Amigo… él, yo?... ¿Quién de los tres era peor amigo? ¿Qué sería entonces de la lealtad y sobre todo… la confianza que nos teníamos para decirnos todo?) Después de los insultos vino la calma y aunque en un principio quisimos encararla, preferimos simplemente entrar en el juego y hacerla sentir todos nuestros pesares.


V
Esa tarde llovió a la antigua, de abajo para arriba (como decía mi abuelita), hasta granizo recuerdo que caía. Con Ignacio y Jeffri, decidimos refugiarnos en la casa del árbol, pues la lluvia nos encontró a dos calles de la casa de Amanda. Sí, habíamos ido por ella, pero su padre no la dejó salir debido al mal tiempo.
Deberían irse a casa mocosos, no ven como está el cielo, además, no dejaré que mi hija salga por ahí con un trío de púber, nos dijo antes de cerrarnos la puerta en la cara. Jeffri sugirió la casa del árbol porque estaba más cerca, mira que don Herminio ni se molesta porque venimos aquí, no ves que dice que le recordamos su niñez, imagínate que el día en que nos facilitó la casa me tuvo más de una hora contando las travesuras que hacía con sus amigos de la infancia.
Ahora estamos con las patas tapadas con la frazada del Tobbi, toda llena de pelo blanco y hediondo ha meado de perro, pero no importa porque es abrigadora y además nos ayuda a amortiguar el frío. El Ignacio prende la radio y la pone bajita para que don Herminio no despierte y nos eche a todos. Cuando no está la Amanda es capaz de largarnos bajo la lluvia nomás, mira que el viejo es re caballero y no haría que una muchachita tan jovencita y tan dulce, se mojase hasta los huesos.
Mamá ni sabe que ando en la calle a estas horas, dice el Jeffri con el rostro todo preocupado, no te asustes Jeffri, no seas tonto, mira que de seguro el viejo llamó a nuestras casas y ya saben que estás a salvo en la casa del árbol y lo más probable es que vengan por ti, como de seguro quieres que hagan.
-¡Miren!... shhh...- Dice el Ignacio y nosotros guardamos silencio mortal, mientras él se aproxima a la ventanita de donde se ve la casa de la Amanda, se acerca todo nervioso con mis binoculares y pone cara de sánguche en plato. Déjame ver, le exijo y le quito el adminiculo y miro: es Amanda en su habitación a media luz, es ella desnuda, tirada sobre la cama masturbándose con los dedos. Su cuerpo albo se mueve como si su sangre hirviese y nosotros nos peleamos y nos empujamos, todo por conseguir verla a ella, a nuestro ángel, observarla para si quiera intentar imaginar la sensación que debe sentirse el ser uno de sus dedos... aunque fuese el meñique.

Follón, todo se convirtió en pleito y después de un rato, estando los tres cansados, recién pudimos notar lo torpes que habíamos sido. Ella no quiere a ninguno de nosotros, ¿Por qué pelearnos por ella entonces? Hicimos las paces y nos quedamos en silencio, pensando, sumidos en la oscuridad. Nuestros rostros de vez en cuando eran iluminados por los rayos y entre los reflejos eléctricos podía mirarlos, podía ver sus ojos de demonios dormidos, calculando, pensando en el siguiente paso, en los posibles errores. Jeffri pronto quebró el silencio y dijo:
-Hay que hacer algo...-
-¡No seas imbécil!- exclamó Ignacio interrumpiéndolo. No ves acaso que debimos hacer algo hace mucho, continúa diciendo con un tono burlesco. La cuestión es qué.
Jeffri bajó la mirada al suelo, sí, era obvio que no dirías nada inteligente, le dije con ira. Él guardó silencio otra rato, para luego decir la idea más arriesgada, atrevida y asertiva que he oído jamás: "¿Y qué tal si la engañamos entre nosotros?... digo, podríamos fingir que somos maricas y hay que hacer de esas cochinadas que hacen los maricas delante de ella, como si ella fuese la que nos descubre, todo preparado, qué opinan"

Ignacio se largó a reír, luego reí yo y no era para menos, cómo piensa éste que Amanda creería tamaña estupidez, pero, tal vez si planificamos todo y hacemos que ciertas cosas coincidan, quizá que…


VI
Con Jeffri e Ignacio teníamos ya todo planeado, si hasta habíamos practicado un método para fingir que nos besábamos entre nosotros; debo admitir que no resultaba de todo convencedor, pero de lejos no se percibía el engaño y eso era lo que importaba, uno de nosotros (el con mejor suerte), sería quién la guiara a "la verdad".

Era difícil decidir quién sería el que se salvase de besar al otro, pues aunque fuese de mentira, quedaría como marica delante de ella. Al final decidimos dejarlo a la suerte, el método fue simple, pero efectivo: tomamos una moneda y nos instalamos en el puente colgante que une Ovejería bajo con Rahue Alto y ahí lanzamos la moneda al aire. Si sale cara yo quedo exento y seré quien la guíe al engaño, dijo Ignacio (él se hizo cargo ya que la moneda era suya), si sale cruz, tú (señalando a Jeffri) serás el exento... (Guardamos silencio, algo faltaba)

-Bueno y si se te cae al agua quedo exento yo- dije en vista de que no se les ocurría una mejor manera. No podíamos esperar a que inventasen una moneda de tres lados, debíamos hacer algo ya.

Ese día compartimos un cigarro sentados en la parada del micro bus, mientras ajustábamos los últimos detalles del plan. "... y entonces tú llegas con ella y sás que nos "pillas" (dijo haciendo un gesto con las manos) y te haces el desentendido y armas todo el show..." Y con eso estaba todo listo. Solo era cosa de esperar (o crear) la instancia adecuada para que todo saliese al pie de la letra.

Los días pasaban plácidos y tranquilos, mamá solía prestarme más atención y yo solía evitar sus preguntas. Ella siempre ha sido muy intuitiva y me lanzaba interrogantes tal si fueran flechas al blanco, sus suposiciones hacían que los pelos se me erizaran  y me daba hasta miedo el pensar que ella se enterase de nuestro plan.

De pronto estando solo en mi habitación a repicado el teléfono fijo... ¡Simón, baja que tengo a Ignacio al teléfono y ha dicho que es urgente!, grita mamá desde el primer piso (planta baja), yo me sobresalto y bajo corriendo las escaleras... ¿Será que es el día?... pues sí Simón, es el día... ve a casa de Amanda... sí, ella está allí, ahora mismo la estoy viendo... has como si nada y miren a mi casa con los binoculares... ¡No sé Simón, no puedo solucionarlo todo!... inventa una excusa... no sé... dile que miren las estrellas. Me dice Ignacio bastante nervioso y hasta eufórico. 

Ya estoy afuera de la casa de Amanda, frente a la puerta, dudando de si tocarla... con el miedo de que salga su padre y me eche a patadas... con el miedo de no poder fingir y que ella nos descubra... "si sale mal, mi ángel me odiará por el resto de su vida", pensé mientras mis nudillos golpeaban la puerta. Ésta se abrió... era Amanda. 


VII
Amanda parecía no creer lo que veía, sus amores la habían traicionado, así mismo como ella se los había hecho anteriormente. Trataba de fingir que solo le sorprendía, pero sus ojos me mostraban frustración, ira, pena... Guardó silencio un largo rato, como si hubiese sido víctima de un horrendo letargo y ya sin poder seguir fingiendo, todos sus sentimientos se unieron y formaron la primera lágrima que rodó por su mejilla... el resto fueron solo de despecho.

Apartó los binoculares de su rostro y los lanzó por la ventana que permanecía abierta frente a nosotros, mientras Jeffri e Ignacio seguían besándose y haciendo quizá cuanta cosa más. La preocupación por ella no me dio tiempo si quiera de mirarlos. Traté de abrazarla, pero ella se negaba dándome empujones hasta hacerme tropezar y caer al suelo. Al ponerme de pie, apareció en escena su padre, me cogió de las ropas y como una cría de gato me llevó hasta la puerta, a mi hija nadie la hace llorar, me ha dicho con una voz áspera y me a lanzado al menos tres metros de distancia de la casa. Mi trasero amortiguó el golpe...

Después de mi desorientación, trato de mirarla en su ventana, pero ella a cerrado la cortina y de seguro nunca más volveré a verla... Me dirigí a casa de Ignacio, asumiendo que Amanda nunca más besaría mis labios... asumiendo que nunca más sentiría el roce de sus dedos de ángel en mi piel.

Al llegar a casa de Ignacio, encontré la puerta tan solo ajustada y sin provocar el menor ruido salvo el que ocasionaba mi sollozo, ascendí por las escaleras hasta la que era nuestra sala de operaciones.

Al ingresar a la habitación, he presenciado lo que a cualquier Simón y cualquier Amanda le hubiesen hecho perder la cabeza. Jeffri e Ignacio yacían sobre la cama... sin saber qué hacer, he cogido un zapato que se encontraba próximo a mí y se lo he lanzado a Ignacio, éste último, movía sus caderas introduciendo su sexo entre las nalgas de Jeffri, en una especie de posición canina... abandoné la habitación, sin esperar una explicación o excusa y corrí por las calles, cual desquiciado que logra huir de un centro de salud mental... la verdad es que no sé cuán lejos llegué... tal vez pasaron minutos u horas... la cuestión era que me encontraba solo en un paraje que no conocía.

Me he sentado sobre el césped húmedo de una plaza, ya es de noche y mi angustia no me permite formular un nuevo paso ha seguir, mi vida se fue al mismo infierno... ¿Por qué pasó todo esto?... ¿Quién cayó realmente en la trampa?... ¿Qué sucederá ahora con nuestra amistad?...


VIII
Me he sentido mal. Los recuerdos de aquél pasado en que fui feliz, hoy martillan mi conciencia y temo que en gran parte, soy culpable de todo lo que pasó: Los padres de Ignacio lo han echado a la calle, Jeffri renunció a la escuela y Amanda ha desaparecido, para quizá, nunca más volver.
Los años pasaron tranquilos en el vecindario. Mamá y papá se divorciaron, después de tantos años de "¿qué pasará con los niños?", y el perro de don Herminio murió. La casa del árbol aún sigue ahí: en el árbol. A veces don Herminio suele saludarme cuando paso frente a su casa. Él siempre se sienta en una silla en el ante jardín y desde allí añora los años idos, o quizá solo extraña a su perro.
A mis diecinueve años no poseo vicios, hobbies, amigos... nada!, así que me paso de un lado a otro por el vecindario, tratando de apurar al tiempo con mis pasos. Tratando quizá olvidar los hechos que me han convertido en la "persona" que soy ahora. Pienso en el "cómo sería" y también en el "si pudiese cambiar esto". Pero nada me devolverá a mis amigos, ni tampoco al amor de mi vida, a mi ángel. Soy el "sobreviviente hipócrita", la memoria del ayer que aún se mantiene ahí, suspendida en el aire, en la casa del árbol, en los ojos de don Herminio, en la mirada de mi madre que critica y que no me deja olvidar el pasado, que no me deja intentar ser como ellos y largarme de una vez del pasado, para así poder salirme de este lapso de tiempo y volver a comenzar. Quizá mi destino sea cargar con ésta culpa, nuestra culpa... A veces quisiera que nada de esto hubiese pasado, pero la vida siempre nos tiene algo diferente, a lo que hemos planeado.
 
...
Salía temprano a comprar el pan para el desayuno. Siempre me encontraba con Ignacio en el camino, pero ni media palabra salía de su boca. Con Jeffri era lo mismo (a él lo solía topar en el almacén). La vida había dado un giro tan brusco y al parecer ellos atribuyeron todos los efectos colaterales a mí. Aunque tenía asumido el papel de chivo expiatorio, la culpa de "no-sé-qué", me carcomía día tras día. Pronto supe que Ignacio y Jeffri habían alquilado un departamento, que don Herminio había edificado en su patio, justo delante del árbol. Al principio me pareció tierno: "quieren rememorar los buenos tiempos". Pero al cabo de un mes, el árbol cayó y con él nuestros recuerdos y mis esperanzas por una nueva amistad con ellos (ya no sería lo mismo, todos cambiamos... o al menos ellos). Creo que después de todo, aceptaba a los chicos con su nueva condición... y cómo no hacerlo, fueron mis más grandes amigos, además que es eso: una condición (no una opción)
Todo seguía tan tranquilo como en la "belle époque", pero pronto Amanda se comunicó con mamá y juntas organizaron una reunión, "para recordar los tiempos buenos", me dijo mi madre. "Algo huele mal", le he dicho a mamá y me he salido de casa para seguir caminando de un lado a otro, como todos los días... deseando que mis pasos acercaran cada vez más el día en que volvería a ver a mi ángel. Aunque no todo era tan fácil como pensé, mamá me lo ha dicho: "debes avisarle a tus amigos, para que asistan a casa ese día".

Los días siguieron al estilo "guerra fría", fui a avisarle a los chicos y luego de abrir la puerta, me la han cerrado en la cara, vete de aquí me han dicho y yo al momento de decirles que Amanda volvería y que nos quería ver, ellos han abierto la puerta y me han saludado con el dedo de al medio, para volver a cerrar la puerta. Por más que los vi solo unos segundos, juraría haber visto un brillo especial en sus ojos, casi tan brillantes como los míos.

IX 
Al tiempo después, Jeffri e Ignacio ya se reunían conmigo a tomar cervezas. Mamá se mantenía ignorante de dicha situación, solo hablaba del retorno de la chica más dulce y fémina que jamás había sido superada por ninguna que hubiese conocido. ¿Por qué no te casas con ella?, después de todo, jamás te he conocido a una novia. Te haría bastante bien casarte con Amanda, decía mamá con un tono entusiasta. Yo nunca entendía el por qué de sus comentarios absurdos. Solo alcanzaba notarle una lágrima que se acumulaba, pero que nunca caía.

Con los muchachos solíamos caminar por el barrio, recordando el pasado. Las risas, la escondida china, el caballito de bronce... Nuestro primer cigarrillo, y también nuestros primeros besos (entre nosotros nos besábamos para practicar y no quedar en vergüenza con Amanda). Las tardes eran melancólicas, y muchas veces nos perdimos en el alba, buscando la buena suerte que nunca llegaba, que nunca llegaba... La espera empezó a diluirse, a estas alturas, solo queríamos al último integrante del grupo para estar completos. Habíamos puesto todas nuestras ilusiones en el regreso de Amanda a nuestras vidas, y además, si los chicos están juntos, no hay nadie que me impida conquistarla. "Nunca te he olvidado, cada noche pienso en ti, sueño con tu aroma... mi piel clama por tu rostro... ¡Por tu sexo!".

El día estaba ya cerca, tan solo una semana para la vuelta del ángel. Ya éramos felices, la llegada de Amanda sería como el "Bonus track", como la adhesión de la entrada de tu grupo favorito, como haber tocado el cielo con la punta de los dedos... Mamá era la más entusiasta con el asunto, no tenía nada en contra de los muchachos (o al menos eso parecía), pero su actitud me decía a gritos, ¡Ojalá no seas maricón!...
Dos días antes de la llegada de Amanda, me encontraba con Jeffri a solas en mi habitación; Ignacio andaba haciendo "no-sé-qué" y entonces aprovechamos a tomarnos unos combinados de ron con Sprite... Mamá andaba donde la tía Doris, así que la casa estaba a nuestra entera disposición. Un poco de Pappo´s Blue nos ayudaría a relajarnos, "Desconfío" fue la canción elegida por ambos. La conversación era la misma que teníamos cuando estábamos los tres, no había por qué preocuparse. Pero a medida que pasaba el tiempo, Jeffri comenzó a mirarme diferente, sus dedos jugaban con su pelo y cada vez lo veía más sonriente. Pronto comenzó a acariciarme la cara. Yo traté de evitarle la mano, pero, ¿Acaso no sería una forma de rechazo esto... será que se arruinaría la amistad?

Tomé la mano de Jeffri y le dije, yo amo a Amanda, bien lo sabes, ella fue y aún es el amor de mi vida, ¿Qué te ocurre?... le dije con tono sutil. Nunca tendrás al ángel, ella será mía, me dijo Jeffri colerizado. Quizá ya se emborrachó (pensé), pero cómo es posible, no llevamos si quiera una botella. Después de este suceso no nos volvimos a ver, hasta el viernes. Según lo que mi madre había dicho, Amanda llegaría por su cuenta a la casa a eso de las cuatro, pero ya eran las cinco y ni señales de ella. En todo ese lapso de espera, Jeffri no paraba de mirarme con unos ojos que parecían hervir en odio. Ignacio, distraído charlando con mi madre ni lo notó. Mi mente maquinaba alguna posibilidad de deshacerme de Jeffri: "Quizá si Ignacio creyese que éste se me insinuó... o tal vez si le cuento a Amanda que él se acuesta con Ignacio..." Muchas ideas pasaban por mi cabeza, pero tenía claro que estas mismas brillantes ideas me habían dejado solo, y atrapado en el vacío más horrendo que me puedo imaginar... el pasado.
....

Todos juntos en la sala de estar, Jeffri continúa con su mirada hastiándome y entre la conversación Ignacio deja de hablar y se pone de pie y se aproxima a mí... (Timbre) Todos nos quedamos quietos, mamá va a abrir la puerta e Ignacio le sigue detrás. Ella será mía, dice Jeffri estando solos. Amanda ingresa a la sala, Ignacio y mi madre sonríen, Jeffri se le acerca y yo detrás, trato de verle el rostro y al mismo tiempo, de que en mis ojos encuentre el reflejo de los suyos.
Esa tarde fue confusa, aún no logro aceptar toda esta situación. Jeffri dejó escapar una lágrima, la cual justificó con el júbilo que dijo sentir con el reencuentro. Yo solo quedé atónito y mudo al escuchar como mi ángel decía: "Esta es mi novia Joanna". 



Santiago, 23 de Julio del 2013 Querida Negra: Santiago, 23 de Julio del 2013 Querida Negra:

Te escribo esta carta para contarte sobre mi nueva vida y tal vez, tentarte a venirte a trabajar conmigo. Desde que me fui de la librería, producto del acoso constante de Don Víctor, quién me amenazó con contarle todo al gerente, he estado trabajando en una panadería, llamada "Avellana". Sabes, acá el ambiente es bastante grato, con los muchachos nos la pasamos de lujo. Siempre les cuento nuestras vivencias juntas. ¡Imagínate que el pastelero es más flaca que tú, él se llama Jeremy, pero yo le digo "Pancha"... ¡Es todo una loca! El otro día iba pasando por delante del panadero y le meneó el trasero de una manera. El Cristian no se quedó atrás y se lo punteó (¡Hasta el hueso!)

El jefe es bastante simpático, comparte la jefatura con su socio Tomás. Él dice ser bien machito e incluso, su novia Dévora también nos lo ha remarcado bastante, pero la forma en que lo dice es tan débil, que parece que trata de convencerse más ella
que a nosotros. Yo siempre seguiré afirmando que es más "prima" que tú y yo juntas. Don Tomás también es "buena onda", ¡esta sí que es loca, loca!
inclusive, siempre le decimos que se jubile la zorra vieja.

Las horas pasan volando, entre tanto agarrón y "mariconeo". Yo salgo a las
seis y me voy a estudiar, esperando ansioso a que den las once (ya sabes,
es la hora "pick").

Solemos pararnos con la Cristty y la Pancha ahí en el puente del Mapocho, que da a
Independencia (es lo que nos queda más cerca). La primera en irse, siempre es la Cristty y es porque tiene los pechos más grandes y un trasero que te juro que es increíble que sea natural, una vez me dejó
tanteárselo y noté lo durito que lo tiene (¡Se puso todo "cocoroco el maricón!).
El segundo en irse es la Pancha, pobrecita la tonta... ¡Es tan "pava"!, además
que no entiendo por qué se la llevan antes que a mí, ¡La pobre es flaca, flaca!...
Imagínate que te superó, ésta sí que tiene el "chiste" me dirías tú, ¡capaz que sí
y lo está esparciendo por todo el sector la muy...! ¡Los hombres tienen unos gustos tan raros, no tienen ni de dónde agarrarse!

A todo esto, ¿La Carlota te ha preguntado por su peluca castaña?... ¡Ni te imaginas
lo guapa que me veo! Todavía me acuerdo de esa vez que nos
peleamos con la Rucia, por la peluca... ¡Menos mal que se la llevó el diablo a
la gran hija de p...! La mamita Blanca el otro día me telefoneó y me estuvo contando algunos chismes, pero ambas sabemos cómo es ella, así que prefiero preguntarte a ti: ¿Es cierto que echaron al maricón explotador de Don Manuel?

Antes de que se me olvide, aquí hay dos vendedoras, (katthy y Polin) las cuales a su vez, son hermanas del jefe. Ellas siempre nos preguntan cómo nos va
en la noche, quizá lo hagan para ver si las llevamos a trabajar con nosotras, pero bien sabes que nunca aceptaría tal cosa. Bien sabes que a las mujeres les va mejor.
Me despido Negrita, debo empezar a dar la prueba de ciencias que cierra el semestre. No olvides darles saludos y hartos besitos a todos por allá... y Leandro,
no olvides que aquí tienes a un amigo, con quien siempre podrás contar.

                                                                                         Con cariño, la Cuatro ojos.

La Sushi

Desde que la Sushi llegó a Ñuñoa que la cosa anda rara. (Eso comentan todos), el gentío está todo alucinado por saber, qué carajos hace aquí... pero sobre todo, de dónde viene. Solo yo sé la verdad de la Sushi, pero no me atrevo a comentársela a nadie del sector (¡No vaya a ser cosa de que quede la media....!)
                                                   
Fue aquél día en que cambié el turno para ir a sacar el pase escolar que me enteré de todo. El jefe me dijo que hablara con Leandro: "él siempre  tiene buena voluntad", me dijo y resultó que así era. Cambiar el turno significa que debía faltar a clases ese día, pero valía la pena, ya que es mucho dinero el que se ahorra uno.

A la Sushi siempre la ves sentada en el suelo con el pelo todo revuelto y la cara media sucia. Viste una chaqueta de cuero café, una minifalda que te muestra que no existe la moral y unos tacones que ni la misma "Tyra Banks" usaría. Suele insultar a la gente que pasa frente a ella, sobre todo a los que fumamos (¡me ha dicho una de madre!) Uno tiende a correrse de donde ésta y al volver, te la encuentras fumando la colilla que botaste con la esperanza de que te dejase de joder, pero no es así.

La Sushi es extraña, mi jefe dice que es enferma mental... pero no, no lo es... ¡Yo lo sé... la he visto!

Esa noche del cambio de turno me he quedado esperando a mi novio, ya que iría a dormir en casa. Me he sentado tranquilo y con bajo perfil, ya que de noche en Ñuñoa las cosas cambian, al igual que la gente.

Me instalé a las afueras del banco y prendí un cigarrillo, al hacer esto último es que he visto pasar a la Sushi por la calzada contraria. Vestía igual (extrañamente nunca olía mal) pero ésta vez traía consigo una cartera negra pendiendo del brazo. Yo apagué el cigarro y sigiloso, comencé a seguirla entre las sombras.

Dio una vuelta por la calle del fondo. Yo di una carrera pequeña, con el temor de perder la de vista y al mismo tiempo, de que pudiese oír mis pasos. La vi doblar de nuevo, ésta vez en dirección a la cordillera. Ahí sí que tuve que apurarme, ya que parecía que había doblado el paso.

Al llegar a la esquina, no pude divisarla. La calle estaba vacía y de la Sushi ni la sombra. Me sentí frustrado, en verdad mi curiosidad exigía saber su paradero, así que me adentré a la calle con cautela, apeándome cada vez más a las murallas. A eso de la mitad, más o menos, he percibido quejidos extraños.

Me he acercado de a poco y me he tirado sobre el pavimento. La he visto, "¡Es la Sushi!" grita mi mente, mientras mi boca dibuja una gran "O" de asombro. Estaba con las tetas al aire mientras una mano le acariciaba desde atrás.
Al seguir mirando siguiendo por el brazo, hasta llegar al "tronco", me doy cuenta de que el que se estaba cogiendo a la Sushi era mi jefe. Su gran herramienta entraba una y otra vez en aquellos labios verticales y húmedos. La Sushi gemía fuerte mientras trataba de meter sus dedos en el trasero de don Miguel y él le acariciaba las tetas, como si se tratase de un montón de masa colgando.

Al rato, oigo una voz que venía desde el frente, era don Federico, el dueño del negocio de la esquina que traía en la mano una botella de "Barceló".

Al llegar a un lado de ellos se ha detenido, dejando la botella en el suelo, junto al poste de luz y se ha bajado los pantalones. "¿Pero cómo lo harán ahora?" pensé.
Hasta que mi pregunta fue respondida al ver a don Federico instalarse detrás de mi jefe.

Miré muy sorprendido lo que acontecía y con el temor de que me descubriesen, decidí largarme de allí. Al momento en que me puse de pie, comenzó a repicar el móvil "mi novio llegó a la parada", pensé mientras ellos dirigían sus miradas hasta mí.


Fue en cosa de segundos que desaparecí de sus vistas. Creí que no lograron distinguir que se trataba de mí, ya que no hubo comentario alguno al día siguiente. "Mi jefe se la come toda" pensaba a cada rato que me acordaba, mientras le miraba el bulto del jean's sin miedo, con la seguridad de que él ni se enteró que se trataba de mi. Hasta que un día nuestras miradas se cruzaron y me ha dicho "ésta noche te toca", mientras se tocaba el bulto por encima. Yo lo he mirado perplejo y solo le he respondido con una tragada de saliva. 


Los Vendedores De La Librería

Ella es la rucia, o al menos así la conocemos todas. La rucia es una viva, una tipa muy patuda, comentan todas al verla pasar. Lo único que digo yo, es que la rucia tiene serios problemas con el sexo: "si fuera por ella se la pasaría montada." Y eso a mí me consta (¡Le consta a todas!) El otro día la Carlota fue tomada en su esquina.
Me dijo cuando iba subiendo el auto que le cuidara su maleta. ¡Se veía tan re linda con la peluca nueva! ¡Si hasta de pelirroja se ve guapa la yegua!

A mi me fue pésimo ese día. Me iba a poner en la esquina de la Carlota, ya que ella no estaba y justo que llega la Rucia y me gana el lugar. ¡Me dio una rabia!

Me emputeció tanto verla ponerse la peluca castaña de la Carlota... ¡Y más encima se puso hasta las extensiones rubias! ¡Si hasta la mini de cuero se mandó encima!
Ya vas a ver Rucia de mierda cuando llegue la Carlota, sabes que ella me quiere harto a mí y te va a dejar la cara como mapa por haberme pegado. Y la Rucia se pone toda bizca y me grita desde la esquina, tírate del puente cuatro ojos envidiosa, si sabes que a mí me queda mejor la peluca y me levanta el dedo del medio mientras se sube a un auto negro. Espérame a que llegue de vuelta, me grita desde el auto,
mejor que ni te encuentre por aquí fea de mierda, te voy a hacer saltar a patadas, me dijo mientras el auto pasaba frente a mí.
Yo no me voy de mi esquina, no le tengo miedo a la Rucia, que se cree esa china, es una malagradecida, después de que yo misma me la traje a trabajar a este sector. No si mi mamita Blanca me decía, pucha que eres pava tu hijita, sacas a mear y después todas te mean.

La negrita me mira no más como diciéndome que me vaya, que la Rucia es mala y
me va agarrar a pedradas, pero a mí no me importa Negrita, no ves que si no
traigo plata capaz que Don Manuel le diga todo a Don Víctor y ahí sí que
jodemos todas.
_________________________ O __________________________

Ya es de mañana y la librería la están abriendo, la Negra se marcha a casa para que Don Víctor no se entere de su trabajo de noche, además que tengo que dormir un poco porque entro a las once, piensa la Negrita y se acomoda la peluca rubia ceniza que la hace ver más negra, tan voluptuosa esa peluca, se ve más re flaca, si parece
que el chiste se la estuviera comiendo, pero siempre que me dicen eso me hago el "test de Elisa" y todas cierran bien sus labios chupadores, piensa la Negrita. La veo cruzar la calle quebrando el dorso y tratando de sacar poto.

Ya estoy que llego a la librería y Don Manuel me espera en la esquina, aunque me da rabia, no puedo dejar de darle el treinta por ciento de lo poco y nada que gané anoche, si no lo hago Don Víctor se entera y nos echa a todos de patitas a la calle.
Don Manuel me pregunta por David y le cuento lo que ha ocurrido anoche y se larga a reír y me dice que tal vez no vino a trabajar porque le debe haber ido bien y no quiso darle su porcentaje.

Ahora, en el almuerzo están pasando en el televisor que han encontrado a un travesti en el vertedero, con todo el rostro arañado y con una peluca castaña media quemada.
La negra me da de codazos mientras Don Víctor se acerca un poco al televisor. Yo acerco al Leandro (la negra) tomándolo del cuello y le digo que se tranquilice, es imposible que este viejo nos asocie con la Rucia y de ser así, si caemos, cae Don Manuel con nosotros, por maricón explotador.

Don Víctor mira todo apabullado y nos pregunta si acaso ese no es David. No Don Víctor, como se le ocurre... igual se parece... pero como pudo hacer eso, entonces era cierto que era maricón el tonto.

Los dos (la negra y yo) ponemos caras de asombro y hago que hasta mis lentes se caigan. Después del almuerzo me meto en la bodega a escondidas y le cuento al Juan Carlos que Don Víctor sabe sobre la Rucia porque más encima a éste pastel se le ocurre ser violada y asesinada justo anoche, cuando la cosa iba mejor. La Carlota casi ni me cree, sino hubiese sido por Don Manuel que venía entrando y
le confirma todo. Y esto es lo que ha estado pasando Don Víctor y no crea que me da miedo contarle, es que estaba aburrido de que Don Manuel nos quite la platita que ganamos en la noche y usted no tiene ni que enojarse, si lo que hacemos lo hacemos fuera del horario de trabajo y no nos afecta en nada la imagen de vendedores ya que usamos pelucas y nos maquillamos bien para que no nos reconozcan.